Libro
Al leer Reynel Goméz me hallé testigo del retumbar de una estrella en caída libre sobre la tierra. Sus versos me hicieron partícipe del sucumbir de la cuidad desde el latir de un corazón, que parece inevitablemente vigoroso, pero que se resiste a vivir sosegado. Sus versos son avenidas salvajes que reciben placenteras la lluvia y el sol. Costumbres de un animal desnudo, es la entrada a la descomposición, al descubrirse de pronto blasfemo, por no amar la misecorde belleza de una montaña. Adentrarse en su lectura significa acompañarle por un recorrido abrupto por la corporalidad de un poeta que camina y corre sin agitarse. Sus poemas son lugar y asidero fiero para una pregunta simple: ¿es el regreso a casa más placentero con la lluvia sobre la espalda?